Me gustas porque sí,
tan sencillamente como el amanecer,
o como el colibrí
que vuela sin desfallecer.
Me gustas así,
como eres, con sencilla transparencia,
con tus ojos de mirada profunda
que no me alientan sino duda,
Me gustas simplemente,
con tu ser de cristal insondable,
con tu aroma de estrellas fugaces
que parecen un destello inescrutable.
Me gustas a pesar de la imposibilidad,
eso no cambia este vestigio de magia,
eso no cambia cada beso de momento
eso no cambia en este instante lo que siento.
Me gustas con descaro
y aunque mi barco
se impulsa con velas de temor,
ya mis anclas son sólo de icopor.
Y no hay nada que yo quiera hacer
para impedirlo
y porque no decirlo:
¡Me gustas con demencia.
Ni cataclismos, ni tragedias,
ni revoluciones, ni tormentas,
ni siquiera nuestra condición
cambiará que me gustes
con tal pasión y vehemencia!