Eres la comprensión de mis dudas.
El látigo de mi sutileza,
el camino que la vida,
la que siento más querida,
a mí me ha marcado.
Eres la heroína de mis temores.
El rincón de mis ensoñaciones,
la mano que cura mis heridas,
el consuelo de mis quejas doloridas.
Eres la mar que en tierra absorbe
la atención de mi aventurera marcha.
De mi dolorosa partida.
Madre, estas palabras son tuyas,
pues tú me has enseñado
a tenerte muy cerquita del alma mía,
y mi corazón a tu lado,
y con él, toda mi corta vida.
Eres el camino caminado.
Un trocito de mi corazón
es el que me he guardado,
pues el resto de mi ser
es el que me entregaste,
y el que te tienes ganado.
Madre, estas palabras son tuyas.
En ellas va lo que me has enseñado,
mas estas son tu regalo
para tenerme más cerquita.
Y entre los dos, simplemente,
la poesía de mi corta vida.