Llegué a tu Edén, hermosa,
y de la más bella rosa
sólo un pétalo olvidado.
Fuí a escribir tu nombre en plata
y un “te quiero” de escarlata,
y lo hallé en oro grabado.
Y al océano, sirena,
por oir tu voz marina,
y encontré un bajel ya hundido.
Soy del poderoso amor
un pobre novato azor
y tu en cambio ya has volado.
Phillípides de concretas
dos palabras, cinco letras
que ya te han susurrado.
Te abrazo y me siento arder
y aún así quiero beber
besos que ya han quemado.
Cada murmullo, gesto, roce, beso,
siento que tu ya has pasado por eso,
y de las nueve que inspiran mis dudas,
Erato contesta, las otras, mudas,
escuchan de amor la espuesta: “Ama,
tanto que en cada bosque, en cada rama,
nazca una flor del amor oriflama,
que en cada estrella y en la celestial llama
se encienda el fuego de amor a tu dama.”
Amaré, hija de Dioses,
proclamandolo a voces.
Amaré como ama un loco
hasta que parezca poco
lo que siente el que más siente.
Más que el del sagrado monte
perseguidor del laurel.
Que la torre de Babel,
mi amor llegará más lejos.
De mi alma serán espejos
los que dichosos te ven.
Y si aún así ese Edén
se me niega porque amaste
pido a Diós que me baste
con un guiño, una sonrisa,
con sentir la dulce brisa
de un. “Adiós”.
Estimado compañero: Bellos poemas, ambos, ¡Felicidades, Poeta!