Todo hombre que te busca
va a pedirte algo:
El rico aburrido,
la amenidad de tu conversación;
el pobre,
tu dinero;
el triste,
un consuelo;
el débil,
un estímulo;
el que lucha,
una ayuda moral.
Todo hombre que te busca,
de seguro va a pedirte algo.
Y tú osas impacientarte,
Y tú osas pensar:
"¡Qué fastidio!"
¡Infeliz!
La Ley escondida
que reparte misteriosamente
las excelencias,
se ha dignado otorgarte
el privilegio de los privilegios,
el bien de los bienes,
la prerrogativa
de las prerrogativas:
¡Dar!
¡Tú puedes Dar!
En cuantas horas tiene el día,
¿tú das?
aunque sea una sonrisa,
aunque sea un apretón de manos,
aunque sea una palabra de aliento.
En cuantas horas tiene el día,
¿te pareces a él?,
que no es sino dación perpetua,
difusión perpetua,
regalo perpetuo.
Debieras caer de rodillas
ante el Padre y decirle:
"¡Gracias porque puedo dar, Padre Mío;
nunca más pasará por mi semblante
la sombra de una impaciencia"!
"¡En verdad os digo:
Vale más dar que recibir"!