Nunca me consideré peregrino,
pero si un humilde cristiano.
Y la vida te va abriendo camino,
y nos hace sentir más humanos.
Y fortaleces la fe que siempre has tenido,
y crees en las creencias que nunca has traicionado,
y aprendes a vivir de lo ya vivido,
y amas más aún de lo que has amado.
Piensas que la vida se basa en el destino,
que el ser o no ser depende del de al lado,
y conoces un amor puro y cristalino,
que te alivia el dolor y te hace estar emocionado.
Sentí el peso de tu cruz,
el llanto de tus espinas, el calvario de tus clavos.
Cuando después de tanto sufrimiento vi tu luz,
reflejada en unas alas, que salían de tus manos.
Eres tú Señor, el que ha querido ser mi amigo,
tú que de mí nunca has renegado.
Y en mis rezos y plegarias siempre has estado conmigo,
y aunque te defraudara, jamás me has abandonado.
Contigo he aprendido a escucharme a mí mismo,
a oírte en el presente y hablarte en el pasado.
A saber que tu dolor no es un espejismo,
a sentir tu sufrimiento, como el hijo que tanto te ha amado.
Quiero despedirme Señor, sin más gracias que tu gracia,
tu consuelo es mi perdón y mi credo tu alabanza,
Seguiré recorriendo tu camino entre rosas y desgracias,
y nunca perderé en ti mi confianza.
EL PESO DE TU CRUZ.
J.M.P.Poeta
05-09-2010