Ella y El

Definitivamente no,
la cosa no es así,
no sin poner en juego la imaginación,
no a lo grosero,
no a lo bruto.
A la orquídea de la voluptuosidad
no hay que herirla
ni con el pétalo de una mujer.
A horcajadas en la brisa
ambos fueron aproximándose,
se dijeron palabras de terciopelo,
entrelazaron sus miradas,
se tocaron
y descubrieron las islas del encanto.
Ella
con nombre y apellido de una flor
que se deslíe en mi boca si la digo,
tenía la falda
partida a la derecha
y dejaba apreciar
la cuesta arriba de sus muslos;
la mano de él,
lenta pero desaforadamente,
fue trepando
absorbida por un imán
y cuando llegó al monte de Venus
tocó el cielo,
nubes de mariposas relampaguearon el cielo.
Después nadaron
Él en Ella y Ella en Él.