__ A Virginia, mirarte una y otra vez__

Mirarte una y otra vez.


A primera vista,

gozo tu belleza,

no hay pupila que se resista;

eres mujer que embelesa…


Desde la seda de tu testa, 

Cabello cortó, fino, cobijador de manos,

Columpio de dedos, que balancea mi vista,

y deja sin tono a las cuerdas de pianos…

Cascada de color noche, 

volátil, rompe vientos, adorno al broche;

de fragancia de rosa,

que te hace ver airosa.


Confieso que soy un mirón;

y de tu bozo, pasare a tu frente,

serás detallada desde cada airón,

que te engalana y hace ver sugerente.


Apenas te miro y los demás te hacen vocerío;

saben que eres fruto prohibido.

A su lado pasas y derrochas vanidad como rio;

y al escritor le haces pegar alarido,

lo demencias de todas pasiones,

y le anegas sus ilusas ilusiones…


Condescendidas con la dicha de verte,

sin morbo, sin acoso y con absoluto recato;

eres mi horizonte favorito y no codicio tenerte,

espero no ofenderte, contrario condéname el acto…


No obstante, te prosigo, y te diviso,

tus pronunciados pómulos…

y mejillas recibidores de ósculos,

de lluvias lagrimales que sacian al piso; 

suelo que visitan mis ojos,

y mis parpados arrodillas;

hasta yo me pongo de hinojos…

cuando a mi lado pasas, o a lo lejos brillas.


A segunda vista, atisbo tu boca

tus labios color cereza

dulce sabor a fresa…

privilegio que otro prueba y que a mí no me toca…


Pero si me atañe el lirismo de tu sonrisa,

fulgor que al mismo astro empina,

tan suave, discreta y leve como la brisa,

asomando marfiles, mirándote divina.


Eres predilecta de mis ojos

no parpadean, subsisten fijos

anclados ahora en tu cuello

Derrotero de regocijos

de la mordida, del beso para dejar sello.


Mirare, recorreré tu epitelio

de tonalidad nacarada

trayecto de manos, dedos, boca donde jamás se pide exilio

y donde los besos piden su morada.


Mis ojos merodearon tus brazos

arropadores de abrazos,

refugio amoroso de tu hija,

consuelo, calma y cariño que cobija.


A tercera vista, miro tus insólitos caminos,

¡Salvedad! es que miro tu cuerpo voluptuoso;

esa geografía sin igual, que provoca remolinos,

arrasadores, silueta dibujada que deja acucioso…


Y a mis ojos sonrojados,

que tienen la osadía de mirarte enrojecidos,

y mis códices van avergonzados,

por observar tus encumbrados,

pecho impoluto, sabroso manantial,

coctel de aromas celestial,

como divino es tu vientre

plano y dador de vida,

del que provino tu hija

almohada donde tuvo acueste

de nueve meses adormecida,

y a mi mirada regocija.


Expelo mis ojos por tu cintura breve

igual a un paréntesis, que se dibuja con las manos…las que a tocar no se atreve;

circunferencia efímera, que la cela hasta la avispa,

figura de pera que a mi mirada crispa…


Consecuencia de ello,

te miro una y otra vez, mis ojos se arrastran en tu cadera,

gachos, ruborizados y con recelo,

mientras la razón dicta a mis dedos deshojar esa pradera,

ensanchada, rítmica, y con cadencia,

que asoma tus turgentes atalayas,

que hacen vaivén y a todos desmayas,

y que miro tras bastidores, sin que me descubras, con sigilo, a lo lejos y sin anuencia…


Venia que me concede mirarte una y otra vez, hasta tus piernas,

metrónomos de composiciones musicales,

más suaves que una nota, que la seda, y que caminan tiernas,

paso a paso de ensueño, supremas y angelicales,

que sostienen a la nirvana, a Virginia,

te hacen flotar armoniosa y cada paso que das con parsimonia;

son pilares majestuosos de tobillos a muslos…

muslos privilegio, honor y dicha de Botero,

torneados, moldeados que yo venero

como a tus piernas, que hacen vals y a mis ojos discípulos. 


A tercera vista, de ti, fui encantado.

Sin embargo a la primera, quede enamorado;

y en la segunda ni se diga, quede fascinado.

Y si existiese una cuarta vista, quedaría pasmado,

o una quinta, una sexta, una séptima, una octava vista…caería fulminado.

Y así vivo, mirándote una y otra vez, y por mí…moriría eternizado.