Pare

¿Quién sabe?
Esta inquietud,
que entre tuercas, tornillos y acero moldeado,
me lleva a rebuscar el elemento perfecto
que el mantenimiento permite reparar
desde una puerta desencajada
hasta un mueble deteriorado.
En cada rincón se puede apreciar
la vanidad de la añoranza.
Me acuerdo de su esmerado cuidado
en acoger cada ínfimo metal troquelado
en cajillas, envoltorios
y tarros de cristal de diferentes tamaños.
Que apilados y ordenados en cajones,
valían todo, hasta el espacio que acogían.
Hoy me lleva a recordar imágenes pasadas,
mientras busco un tornillo de paso ancho,
cabeza troncocónica y con la justa longitud
del espesor de un libro de caballerías.
Puede resultar tarea imposible,
pero el tiempo empleado te lo dedico a Ti:
en llorarte si pudiera
en aprender de tu valor como persona
y en esa sencillez de padre que siempre demostraste.
Ahora, cuando encuentro la pieza requerida
la miro y observo,
puede que hasta la adore
y ¿quién sabe?
me gustaría tener tu ágil paciencia
en rotar con precisa sapiencia
el tornillo elegido
para que prenda con la fuerza suficiente
ese pomo al frente del cajón
porque él inició esta búsqueda de locura,
que, sin duda, de no ser así, al tiempo hubiese cedido,
quizá romperse o caer en perdición. Me acuerdo de Ti,
porque me enseñaste a sentir y a vivir
pero ¿quién sabe?, si lo que me falta
es que no aprendí la sorpresa de la muerte.
Y es que cuando te olvido, me llega tu voz, tu amor
y mi deseo de apoyo que me hace balancear.
Me acuerdo de tu merienda:leche con galletas,
con muchas de ellas,
por las que luego no probabas la cena.
Tu vida fue vivir. La mía aprenderte.
Y cada sonrisa que ofrecías en esa tarde que yo te dedicaba,
mostrabas tu joven corazón
quizá después algún juego de mesa
y yo mi beso de despedida.