El bardo que nació para adorarte, aun sigue vivo,
en tu ausencia se suelta por la noche pasivo.
Se quiebra solitario y vencido sin reproche,
vierte lágrimas sin porqué aparente en la noche.
Como antes deseo andar contigo por la playa,
tomarte la mano deseo, mientras tiempo haya.
Sin palabra te sigo nombrando en mi suspiro,
del mismo aire que respiras, yo también respiro.
Estoy hundido en profundidad de tu mirada,
es recuerdo de mar inmenso, es agua salada.
Amor, te siento fresca, en la brisa que me envuelve,
pero no me ha traído la paz, nada resuelve.
La noche lloro en mí adentro callado y sombría
donde hay esperanzas muertas, la nada está fría.
En los ojos de la noche siempre estoy contigo,
tus alas invisibles yo busco como abrigo.
Olvidarnos será difícil, ni en pensamiento,
a pesar tu corazón ya es de otro sentimiento.
No te aflijas por mí, libre sigas tu camino,
yo seguiré el mío, como fuera un peregrino.
Tu decisión no despecho, veré como valor,
después de amarnos, en nosotros no cabe rencor.
En su momento fuimos tizones, fuego y brasa
labrada en sentimiento, que ante el amor se abraza.
El señor de los fierros
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