Tu voz es abanico de armónicos cristales,
acorde de cascadas de notas celestiales;
tu voz destila mieles, dulzuras, fantasías,
camándulas de plata, sublimes sinfonías.
Tu voz es un jilguero que en tu alma se ha escondido,
un ángel vagabundo del cielo descendido;
es viento que golpea los bosques tropicales,
falsete de los timbres etéreos, siderales.
Tu voz es un murmullo de lluvias primordiales,
la límpida sonata de arroyos matinales,
la misma que en los ríos florece a borbotones.
Tu voz es un diamante que rompe corazones.
Tu voz es un jilguero. Tu voz es un canario.
Tu voz es un cenzontle que trina solitario;
tu voz evoca el canto de míticas sirenas
y ostenta la ternura de blancas azucenas.
Tu voz provoca a mi alma con santo arrobamiento
el hondo desatino que está en mi pensamiento.
Se cuela por mis venas, me inunda de alegría,
recorre mis entrañas tu voz, amada mía.
Tal vez allá en el Reino de Dios, los Querubines
que entonan: "Santo, Santo", pulsando sus violines
sus salmos interrumpan y cual enamorados,
cuando tu voz escuchan, se queden extasiados.
Tu voz es una concha del mar en mis oídos
que embriaga como un vino y aumenta los latidos
del corazón que sístole y diástole acelera.
Tu voz es una tarde de luz en Primavera.
Oyéndote me enlelo, me embobo de repente
y es que tu voz posee la gracia de una fuente,
el candor de una niña, la frescura de un lirio.
Tu voz es mi nostalgia, mi dicha, mi martirio.
Tu voz de mis insomnios emerge melodiosa,
brillante, frágil y ágil como una mariposa
que va de rosa en rosa saciando su apetito.
Es vuelo de gaviotas bajo el cielo infinito.
En ella se conjugan las noches estrelladas
y los alados ecos de blancas alboradas;
la pasión que me agobia y que abre cicatrices,
carisma de ansiedades e inéditas raíces.
Gigante, errante ronda tu voz por mis sentidos
y cobran vida nueva mis sueños ya dormidos.
Intrépido, imprudente me yergo hasta los cielos
donde tu voz, tesoro que cierne mis anhelos,
es cúmulo de arpegios y de esperanzas pías
tu voz donde imagino que mis melancolías
su nido, incendio oculto, conservan vigilado.
Tu voz, amada mía, me tiene cautivado.
¡Oh musa, musa mía! mujer, milagro y canto;
tu voz inmensa y dulce me gusta tanto, tanto
que en ella yo adivino la luz de extraña gema.
Tu voz es lánguida ola del mar en mi poema.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC