Un kilómetro de cable
por la boca, impide que hable;
es como tragarse un sable
pero un poco más amable.
Es, de cables, un manojo
no más grueso que mi ojo;
me lo tragué sin antojo
y, por dentro, me veo rojo.
Una cámara y un foco
me exploraron poco a poco,
que si me exploran el "coco",
me hubieran dejado loco.
¿Qué encontraron? Nadie sabe,
pero ya quiero que acabe
pues no quiero que se trabe
porque, a lo mejor, "no cabe".
¡Qué contento! ¡Qué alegría!
Terminó mi endoscopía,
le tomé tal simpatía
que quiero una cada día.-
Eduardo Ritter Bonilla.