Censura de rocio y luna

Con un mohín de áspera dulzura,
Con una locura atribuida como privilegio,
Con un sacrilegio modesto pero intenso,
Con un denso respirar poco sencillo,
Con el brillo albino de sus dientes,
Con su mente bailando en la cornisa,
Con la sonrisa de una noche oscura,
Con la hermosura que me negó su candor,
Con el fulgor glaciar de su mirada,
Con la helada sensación de su llanto,
Con el espanto que le crecía en el sueño,
Con el empeño de dejar todo turbio,
Con el disturbio frenético de certezas inciertas,
Con la puerta que le trabó a mi amor,
Con el rubor cristalizando su melancolía,
Con la manía de abortar la esperanza,
Con una templanza digna de admirar,
Con su caminar en calles vacías,
Con la alegría maltrecha a media asta,
Con el basta que le donó a mis brazos,
Con el escaso sentido del humor,
Con un temblor que movía sus senos,
Con un veneno recalcinante en las venas,
Con la pena que se vestía de frío,
Con el rocío de sus pétalos marchitos,
Con un grito que enmudeció su temor,
Con el rencor creciendo como semilla,
Con la orilla de su mar en herrumbre,
Con la lumbre borrascosa de su luna,
Con la fortuna de una alegría vieja,
Con la compleja ironía de fulminar todo,
Con un modo imprevisto de sinrazón,
Con una humillación de verde primavera,
Con su manera inusual de cantar victoria,
Con una premonitoria ráfaga en sus melodías,
Con sus bahías plagadas de peces difusos,
Con un obtuso pensamiento refinado,
Con su pasado que aún le contagia,
Con una nostalgia típica provinciana,
Con la ventana cerrada a mi consuelo,
Con el pañuelo mentiroso de malvenidas,
Con sus heridas que son intocables,
Con el implacable cepo de sus motivos,
Con sus negativos de sus odios pendientes,
Con la reciente revelación de su ausencia,
Con su inocencia que no hace bulto,
Con el tumulto ingenuo de sus ideas,
Con la dulcinea que le quijoteaba seca,
Con la mueca ebria de desden,
Con el bien de no olvidar su decencia,
Con su indiferencia que asoma en el horizonte,
Con su monte de Venus frío y esquivo,
Con un primitivo discurso despiadado,
Con el mandado de dejarme en abril,
Con su hostil manera de sembrar muertes,
Con la suerte que no muestra sus dientes,
Con la insolvente tristeza de lo que no fue,
Con la fe que va perdiendo el olor,
Con el color opaco de sus palabras y silencios,
Con el necio asedio de levantar muros,
Con el oscuro tizne de sus ojos relampagueantes,
Con el amante que no conoce el pudor,
Con el fervor crucial que embiste estos momentos,
Con su pensamiento clavado en la suburbia,
Con una turbia decisión desamorada,
Con la madrugada visitando la ciudad,
Con la soledad que aleteaba furiosa,
Con sus hermosas vendas de momias,
Con la parsimonia y con los nervios suficientes,
Con su vientre que no paría ni calma,
Con su alma quien sabe en que lugar,
Con la burla de apostar sentimientos necios,
Con su recio semblante que detesto,
Con el molesto zumbido del adiós,
Con Dios jugando a estar ausente
Para su mayor lujo
Censuró tiernamente
Mi condición de pobre iluso