A un gran hombre: ¿por qué te vas?

Muchas veces creemos
que no hay personas indispensables
es un sutil pensamiento de autoengaño
nos inventamos recetas propias
para engañar los síntomas
del malestar de nuestra propia autoestima.
¡La vida sigue!
Hasta que perdemos el tren
que ha de llevarnos a otro sitio.
Se para el tiempo
los demás siguen,
pero falta alguien.
Esa estación
sólo era una fantasía,
las personas son espejismos,
el entorno un tapiz de postal.
Poco a poco, todo se va evaporando
sólo queda lo aparentemente importante.
Con ímpetu, quieres levantar la mano
para saludar, para despedirte ...
pero ya es tarde
los demás permanecen en el tiempo
tú, te has detenido
ya nadie te puede ver
en cierto modo
ya no existes.
¿Alcanzarás la meta
de quebrar esa nueva dimensión, invisible,
para manifestarte de nuevo?
Me acompañas, me consta.
Escucho el eco de tus palabras,
imagino la eterna sonrisa de tu mirada
jamás ultrajada por ningún acontecimiento.
Quisiera darte un último abrazo
con mis manos acariciar tus mejillas
recorrer con la yema de los dedos
tus párpados cerrados
para quedarme con esa intensa sensación.
Sería el abrazo más tierno, jamás soñado
el abrazo más encantador que puedas imaginar,
surgido del deseo
de poder susurrarte algo al oído
¡por última vez!
Te vas de mis pensamientos
te escurres de mis dedos
tu imagen se va borrando
poco a poco, vas desapareciendo
te escapas ... huyes de mí
no quiero que esto ocurra
pero no puedo evitarlo.
Te dejaré marchar
aunque se haya parado el tiempo para ti
vivirás siempre en mis recuerdos.
¡Toma esa parte de mi corazón que te pertenece!
Vive en él, acomódate,
te ofrezco y regalo ese tierno lugar,
es la única forma de compensar
todo lo que has hecho por mí.
¡Mil gracias, querido abuelito!