El depredador de las rayas de oro

Vuelve la tranquilidad engañosa,

Bajo oscuras y frescas hojas verdes,

Las rayas de oro trazan brillantes,

Su lomo esplendido y allanado,

En la hojarasca inmóvil agazapado.

Pende de raíces la enredadera,

Los monos cuelgan y se mecen,

Lagartos imprecisos se esconden,

Aves aletean en algarabía severa,

Las garzas abandonan la charca.

Un rugido, resuello ronco y breve,

Sigiloso viene sin causar ruido,

Se echa sobre la arena esplendida,

La lengua lame la mano temida,

A la sombra del guamal tupido.

Vuelve sus ojos de oro durmientes,

Mueve la cola y tiende una mano,

Dobla el cuerpo y luego se estira,

 De pronto deja caer un zarpazo,

Y sueña jugando con la presa.

Ve un toro grande y hermoso,

Un fuerte venado correr presuroso,

De sangre caliente y abundante.

Un depredador de rayas de oro,

Está en su lecho de durmiente.

Autor: Necho Vargas