Cuando el valle florido se perfuma
y se carga de límpidos aromas,
mi alma gime y languidece en la penumbra.
Caminando en el murmullo que se juntan
van la aguas del riachuelo hoy cantando
las canciones de este bardo sin censuras
y las ocres hojas por el río van bajando,
una a una,
mis tensas amarguras.
Por mis ojos lágrimas de plata,
y de oro surcan,
descendiendo por el tiempo inerte
de mi alma desnuda.
Cuando el cielo del oscuro va cubriendo,
la noche suave de místicas figuras
la niebla de mi alma va sintiendo
no ver el claro de la luna.
Al tiempo que nada me sostiene
y los tétricos recuerdos que derrumban
mis castillos de naipes, las campanas,
que a mis penas ofuscan
al dolor que con saña llevan mi alma,
a la callada tumba.
No veré ya la luz de las estrellas,
que a millones alumbran
aunque viva yo con ellas en el cielo
se que mi flor-, me escucha.
El poeta
desconocido.
7/2/013