Si quiero hablar, no tengo voz,
quiero escribir
y no encuentro las palabras
para poder describir
cosas que no son de aquí,
de este mundo material,
de esta burda dimensión
en donde impera lo sensual
y está ciega la visión
para poder percibir
el Universo Espiritual.
Me es preciso callar,
despojarme de mi verbo,
de mis ideas, de mi mente;
desnudarme totalmente
de todo influjo exterior,
de aquellas cosas mundanas;
quedarme quieto, silente,
y penetrar humildemente
en las cámaras sagradas.
El silencio, la quietud,
la paciencia y la virtud,
y un respeto reverente,
son la llave indispensable
para abrir secretas puertas
de un interior insondable
y un misterio sorprendente.
Ahí residen la LUZ,
el Amor puro, inmutable,
y la total comprensión
de esta compleja Creación
y todas las maravillas
de otro Reino Superior,
perfecto, inimaginable.-