Tu eres mucho más allá
de esa fachada hermosa,
esa imagen luminosa
que cautiva a mis sentidos;
tu eres mucho más allá
de ese cuerpo de diosa
que acelera mis latidos.
Tu eres mucho más allá
de ese terreno virgen
atractivo, inexplorado;
eres mucho más allá
de la avidez de mis dedos
galopando por tus valles,
navegando por tus mares
y prodigando caricias
al llegar a cada puerto
como anhelado destino.
Eres más allá del triunfo
de cosechar tus suspiros
cuando, amoroso, me encuentro
sembrando amor en tu huerto.
Eres mucho más allá
que la sed que hay en mis labios
para besarte, rendido,
y adorarte, todo el tiempo,
con cada aliento en mi cuerpo
y en cada día transcurrido.
Más allá de tu cabello
de negra y lacia cascada
de sueños reverdecidos,
cayendo largo y sedoso
sobre tus hombros bruñidos.
Eres, ante todo, un ángel
de los cielos descendido
para redimir mis ansias,
para realizar mis sueños
y para colmar mis días
con tu paz y tu cariño.
Y eres, también, una dama
que es dueña de mi respeto
y que me ha enseñado a mirarla
con la ternura inocente
con la que miran los niños.
Eres la mujer completa,
digna, dulce y amorosa
que hace que envidie la rosa
tu perfume y tu tersura,
tan suave como el armiño.
Eres mi sueño anhelado,
largamente alimentado,
que hoy se posa en mi camino
como frágil mariposa,
llenando de luz a mi alma
con la madurez del vino.
Eres compendio de todo
lo que el ser más ambicioso
pudiera pedir en vida,
eres divino tesoro,
¡la mujer a la que adoro!
tierna, ¡regia!, femenina.-