El hombre de la mecedora
Día a día lo veía sonreír
más no detenía mi marcha
tan solo saludaba.
sus piernas siempre cubiertas, por una manta
Un día me dije, hoy lo saludare
y platicare con el.
salí de la escuela dispuesto, a escuchar
sus palabras, y presentarme como es debido.
Más que sorpresa la mía
el sillón vacìo, entrè en la casa,
preguntè por el inteligente anciano.
Un asistente, me dijo, anoche murió.
más una carta dejò para usted.
Abrí la misiva, en ella decía:
se que hoy trataras, de hablar conmigo
pero mi tiempo llego, gracias mil
por todas tus sonrisas, pues en mi soledad
fuiste un amigo, que siempre me saludo.
Por ello amigo te dejo mi dote.
Esta casa y la vieja mecedora, cuídalo
como lo cuide yo, más no permitas
convertirte en uno de los solitarios de hoy.
Rodaron las lágrimas por mis ojos
pensé que seria, de mi tío Jorge
siempre sentado en su mecedora.
¿Seré acaso uno de los solitarios de hoy?
Este escrito esta basado en hechos de la vida real.
Por
Jorge Tavárez
Puerto Rico/Usa