Eres el despertar de días encantados, diosa de mis placeres guardado que explotan ante tu pecho descubierto.
Ráfaga de mujer que envuelves el espacio perpetuo, que transporta con apremio mi universo inexplorable.
Aromatizas mis sentidos, sazonas mi alma, endulza mi cuerpo salado, revistes mi armadura de regocijo.
Divina gracia que encausas en calma el océano altivo de mi corazón. Adicto soy al frescor de tu elixir que procrean tus entrañas, más no soportaré la perpleja partida de tu venerable figura, inundando mis noches de absoluta oscuridad.
Luz de luna guía mí amor, sé mi templo sacro, embriágame de tu esencia blanca y sublime.
De tus manos el infinito es prolijo y la eternidad se limita a contemplar la gracia de tu existencia.