Cansado de tantas miserias y desengaños
le pedí a mi destino, me deje vivir un poco de placer,
y mi destino en silencio me dijo: Puedes
pero después que te vayas, querrás pronto volver
Las más amargas horas vividas de agonías
quise cambiarlas por un poco de miel
y poder escapar de los dolores de esta vida
y lamer el dulce encanto, que me hiciera sentir bien.
Pude gozar de tantas y tantas aventuras,
los amigos venían cual miríadas a espantar mi soledad
las noches de desvelo, la farra, el bien placentero
las locas aventuras me hicieron mis males olvidar.
Derroché el dinero cual rico aventurero
nada negué a mis ojos que pudiera codiciar
conocí todos los placeres que hay en esta vida
pero en esta vida nada me pudo complacer.
Mas llego aquel momento en que saciado de placeres,
horrorizado me dije: ¡Vivo, pero: ¿Para qué?!
mi necio corazón sangraba sin consuelo
y me vi tendido, agonizante, llorando frente al mar.
Mas un día, ebrio de licor mi corazón se ahogaba
y lleno de angustia mi llanto derramé
los placeres del mundo vomitaba mi alma, sin fuerzas,
y sin esperanzas le pedí a mi destino me permitiera volver.
Y mi destino ya no estaba, se había ido
estaba solo, ¡Perdido! De pronto te apareciste frente a mi
la luz de tu Palabra pugnaba por romper mis excusas sin sentido
y ante mi aparecieron unas manos horadadas
y una voz muy suave que quedo me decía: ¡Fue por ti!
Al fin pude sentir el dulce gozo de las aves,
Tocaste mi vanidad y la volviste quietud
y en mi pecho antes rebelde tocabas dulcemente
y como brisa suave, como silbido de viento
a mi antes risa loca la volviste esperanza
como rosa fresca, como el canto, como el ave,
tocaste tierno mi puerta, mi Cristo, y yo no te busqué,
pero tú me enseñaste que la vanidad de la vida
es triste compañera que da falso placer
y que en conocerte y amarte sólo está nuestro bien.
Marco Senmache Rodríguez - Perú