La aurora fue testigo
Como un maná que alimenta los sentidos,
los recuerdos de aquel cálido verano,
en mi corazón duplican los latidos,
sólo con evocarnos caminando de la mano.
Estaba desierta la playa, y a esa hora,
el cielo se cubría de colores rojizos con tintes dorados,
desde cada rincón , atrevida, nos espiaba la aurora,
como hace siempre con los enamorados.
La arena húmeda y fresca conservaba,
las múltiples improntas de mis pies descalzos,
hasta que en loca carrera me escapaba,
de la prisión que me imponían tus brazos.
Al explotar las olas en la orilla,
salpicaban mis ropas, y lograban,
que al mojarse, sin escrúpulos quedaran,
adheridas a mi intimidad de niña.
Lograbas alcanzarme y yo te regalaba,
de mis labios entreabiertos el infantil deseo,
mi agitado aliento, a ti te provocaba,
un sutil pero ardiente devaneo.
Inmersos en un cálido halo de ternura,
nos dejábamos ganar por el hechizo,
nuestros cuerpos recorríamos con locura,
nos creíamos en el paraíso.
Mientras yo te obsequiaba mi pureza,
y el fuego de tu sexo me embriagaba,
los primeros rayos del sol, despedían la alborada,
y junto al nuevo día comenzaba,
esta historia de amor ,tantas veces soñada!!
® Susana Valenzuela
25-7-09