Mañana, cuando las ruinas nos vengan a la boca
arruinadas de escrúpulos y miedos,
todas ellas, en esencia,
libres de tiempo en nuestra espera,
mañana, cuando la última palabra
sea de verguenza,
y las lenguas corran las calles, miserables
huyendo del mañana y del hoy mismo.
Mañana cuando mueran tus ruinas y las mias,
yo no estaré contigo ni conmigo
para consolarte,
porque a solas la carne huele a todos
y las ruinas se comparten.
Mañana, el que aún no existe para desolarnos,
está ahí,
omnipresente en tu muñeca,
arruinándote la vida.