Años después…

Qué extraña sensación percibí aquella noche, entre la melodía de una vieja canción y las románticas parejas haciéndose promesas de amor, bajo la tenue luz de aquel hermoso salón.

Qué extraña sensación sentí al oír a lo lejos una voz, esa voz que recordaba de un lejano ayer que creía perdido como la lluvia al caer.

Volví mi rostro hacia esa voz con la esperanza de ver, esos ojos que un día hicieron vibrar todo mi ser y que se habían ido para siempre para nunca volver.

Y vi tus ojos y me sonreías como mil cosas queriendo decir, pero no podías, ya que otros brazos tus hombros cubrían para no dejarte perder.

Más fuerte fue la fuerza de nuestros recuerdos y esperaste el momento para buscar un espacio de tiempo donde a solas pudiésemos hablar a pesar a que mi mano estaba atada a otra mientras me mirabas sin mirar.

Ambos disimulamos para provocar ese encuentro donde viste mi rostro más viejo y con el gris de mis sienes como testigo de esa tristeza que por tantos años llevé por dentro desde tu partida.

Pero tú aún conservas esa sonrisa de niña y la luz de tus ojos almendra que mi alma nunca olvida.

No hizo falta hablar para que mis labios los tuyos besaran, como volviendo la página de una romántica poesía.

Salimos a la oscuridad de la noche pero un hubo palabras entre nosotros dos, ya que ambos sabíamos lo imposible de nuestro amor.

Volvimos al salón donde nos esperaban sin saber que sucedía y yo volví a ver los bazos que tus hombros cubrían…

Y tú miraste mi mano cómo se entretenía con aquella mano de quien odiaste un día.

Una última mirada me diste cuando partías y en ese momento me di cuenta que solo en la eternidad sería, donde tu alma y la mía volverían a unirse sin presagiar una nueva partida.