Supe decirte, tejiendo mis abrigos
con madejas sin lana y las agujas rotas,
mientras cantaba poemas en voz baja,
que nada sabías de mi herida abierta.
Supe decirte, desnuda mi garganta
y ronca por clamar las recurrencias
de armas y agresiones con que hieren,
que allí estaba abierta la herida.
Supe decirte, con esperanzas muertas,
de seres que bebieron de mis manos
y después escupieron ponzoña
sobre la herida expuesta.
Mas no te dije, para que naciera de tu alma,
que los sonidos buscados y dormidos
en la media luz en un farol amarillento,
pueden salir de ti y callados
curarán la herida.