Payaso- Marcos Vidal

Era capaz de hacer a un niño reir sin parar, tenía ocurrencias tan geniales, solo él era capaz. La cara pintada de colores y en la mano un violín que sonaba más o menos, pero hacía reir.
El caso es que en el fondo era un infeliz, le parecía ridículo pintarse la nariz, lucía mucho más un salto mortal él quería ser equilibrista y oir sobre la pista ovaciones, en vez tanto reir.
Nunca supo asumir su posición sin darse cuenta que hacía feliz a tantos en su papel de cenicienta, que si un día faltase en el circo llegaría a su fin, que nunca sería el mismo sin su violín.
Pero él seguía empeñado en ser infeliz, se veía tan ridiculo pintada la nariz soñaba todavía con el trapecio y él quería ser equilibrista y oir sobre la pista ovaciones en vez de tanto reir.
Una mañana blanca e invernal tras el ensayo, no pudo resistirse más, se subió en el travesaño y al verse en la altura sintió subirle el vèrtigo hasta la nuez y no habían puesto malla la ultima vez.
Apenas sintió nada cuando cayó, el domador que regresaba, fue el primero que le vió. Logró salvar la vida y un mes más tarde le dijerom, todo ha terminado, el circo ha cerrado ya no venían niños a la función.
Hoy vive retirado en algún lugar en las afueras, pegado día y noche a su silla de ruedas, parece que ha terminado aceptándose por fin, incluso algunas veces toca el violín.
Diez niños le visitan y le hacen feliz, cuando les ve llegar a lo lejos se pinta la nariz y cuando alguno se burla con desprecio él contesta: sería un miserable, sería yo el culpable sino cumpliese la misión que recibí.
Porque aunque fui un fracaso soy de profesión payaso, ya no me juzguez más Dios me hizo así.