Apocalipsis.

La divinidad mística con su esquiva calma,
se eleva como incesante planteo del teorema
ese que por hipótesis, impone sea el alma,
primigenia luz que vencerá de muerte al anatema
Sumergido en los angustiosos círculos de Virgilio
el infierno nos cubrirá con música letal, sombría,
creando entre razón y pecado, dudoso idilio
que agazapado se fugará de la claridad del día.
El Apocalipsis que dibujaron los Profetas
del Hacedor, conserva en arduos anagramas
sentencias ajenas a pecadores, injustos, proxenetas
quienes no conocerán el desenlace de la Trama
El laberinto donde reside la virtud no declamada
quizá tenga salida en la simplicidad de la Palabra
esa que sin análisis tiene la ciencia condenada,
por no encontrar jamás la llave que El Recinto abra.
No estará nunca jamás, de la noche el fiel encanto
ni el agua virginal, con su color o sabor puro
no habrá jardines, lunas, estrellas y si el espanto
que el hebreo condenso en piedras del secular muro
El hombre buscará el esplendor del cielo prometido
incorruptible recinto de Leyes, Mitos y utopías
donde axiomas, teoremas e ilusiones se han fundido
como líneas paralelas de verdad y alegorías
Trompetas o redoblantes, son solo una fachada
de una metamorfosis que comenzará en la boca,
cuando Babel domine la mente de ansiedad colmada
tergiversando la idea que a la sin razón convoca.
El hombre no entenderá propósito, ni aún motivo
cuando llegue la evolución en impensados hijos
en quienes el pecado será ajeno, otrora redimido,
y descubrir el origen, será de sutiles acertijos.
Llegará finalmente la calma inexorable
con luz en cada recoveco del arduo laberinto,
y ni la estocada de La sagrada espada o del sable
tendrán recuerdo en el nuevo y magnifico recinto,
donde por siempre el hombre hallará descanso
con palabras nuevas que hoy no se pronuncian
y serán en el futuro la fuente del remanso,
quizá las que en Apocalipsis hoy se anuncian.