Perdóname, muchacha,
perdóname las lágrimas... yo no las merecía.
Te hice soñar con versos en torno a tu cintura...
Te hice soñar con flores por tu cabello suave...
Yo también te quería, cómo no iba a querer
tu néctar de azucena y tu mirada virgen...
cómo no iba a gozar cuando se paseaba
la luna entre tu pecho...
Perdóname, si puedes... mi dolor de gaviotas;
perdóname, si puedes... el grito de las rocas;
yo he sido siempre un crío que buscaba cometas;
tú me lo dabas todo, perdóname muchacha,
me lo darías todo... ¡gélido sufrimiento:
emborrachar mi sueño con fragancia de yuca
y romper tu ilusión en un mar de sollozos!
Con el tiempo podrás, si quieres, perdonarme.
Pero sé que las lágrimas... yo no las merecía.
A quien lloró por mí, con muchísimo cariño