Ardiente tarde de verano

Una candente tarde de verano
cuando el sol codiciaba nuestro espacio,
el amor se fue acercando despacio
con húmedo delirio diluviano.
Las plácidas caricias de antemano
brillaban más intensas que el topacio;
tu eras la majestad en el palacio,
yo siempre fiel esclavo cortesano.
Disfrutaba pendones de tu pecho
que erguido se mostraba fabuloso,
y tu que sollozabas en el lecho,
columpiando ese talle sigiloso
con las ojeras lelas hacia el techo
esperando el momento clamoroso. Laureano Marcano N.