Ladrón el viento robó mi tristeza,
se llevó mis ayes junto a mi dolor,
sopló recio, sacudió mi entereza
dejándome llena de paz interior.
Hasta ese parque de troncos helados,
corrió desbocado y allí los colgó,
y pudo verlos morir congelados,
convencido al fin de que todo acabó.
Lloré entonces mi infortunio en silencio,
pagando un pecado que no cometí.
Con mi vida continué resignada.
Sin culpar ni juzgar no sentencio,
solamente al sentido común acudí,
y hoy me encuentro feliz, y elevada.
® Susana Valenzuela
17-03-10