Amor; trajiste flores nuevas en mi vera
ahuyentando a nuestras dos soledades,
tu sonrisa a flor de labios es primavera.
El hogar nuestro pareciese de deidades
convertís mi páramo en alegre pradera.
Tu inefable destino, es parodia con la tierra
dicha que hace al hombre, un privilegiado,
por hacer el Divino trabajo en ésta esfera
gozando del Creador, el camino señalado.
Razón por cual que mi alma en ti se aferra.
Reina de mi edén, amarte es un concierto,
agradezco que seas nuevamente mi guía.
Haré posible el hogar sea inmenso huerto,
pues en tu abrazo recobré mi gran sabiduría.
Pero sabré ser humilde por senda de acierto.
Me glorificas con sublime amor amada mía
porque eres obra celestial, prodigio inefable,
haces dulcemente real la figurada fantasía,
resultado digno de una lealtad incomparable.
Amarte y complacerte, lo haré de noche y día.
El señor de los fierros
(Copyright © 2012 - Todos los derechos reservados.)