Los años pasan

Son muchos años transcurridos, para entender la delicadeza de una mano en el hombro, el significado de la libertad de un alma, que amar no es tener sexo, compartir tu misma cama con alguien, no es fundirse en el mismo sueño. Que gustarse comienza en una mirada, pero amarse sólo el correr del tiempo lo determina. Que las expectativas son propias, nadie las percibe, más que tú mismo.
Pasan los años, tu pensamiento cambia, aceptas tus desaciertos como parte de tus éxitos, pues de ellos aprendiste, lograste experiencia para permanecer con agudeza buscando los logros. Enfrentas tu realidad consciente, diseñando verdades semi ocultas en el horizonte diáfano del presente, sin darle mayor crédito al mañana por impreciso, inseguro, poco confiable, incierto.
Con el correr del tiempo, sabes que la llovizna por suave y tenue, empapa. Logra entender que lo importante es amarte a ti mismo, consentirte, mirarte al espejo y en el reflejo, comprender que eres ese ser humano que has cincelado con la experiencia, ese a quien aceptas por real, aunque en su sien invada los surcos del tiempo, en el cabello se asome el blanco nevado del frío intenso que logró vivir en su ensueño.
En el silencio del tiempo, reviste de añoranzas la fortaleza alcanzada, aunque te encuentres agotada, percibes al mirar el retrovisor en el autobús de la vida, el empuje y la perseverancia con la cual caminaste por la vida, sabes que valió la pena recorrer ese tramo con atino y desatino.
En la distancia, descubres cuánto vale la compañía de alguien que te amó en silencio, con respeto, aceptándote cual eras, te brindó sus mimos, miradas, palabras, caricias y desvelos, sabiendo que con el tiempo, tal vez, no sería parte de ese futuro incierto, pero al llegar el mañana, su ausencia agudizaría, con sutilidad, el deseo de reencontrarse en la estela de la paz inspirada.
En el ruido de la pesadumbre comprenderás, como aturde el silencio a gritos, que solo quien es capaz de mirar en tu interior, podrá acompañarte en la soledad infinita de tus melancolías. Con el paso del tiempo, despertarás del letargo agreste de una compañía que añeja tu silueta, la abate, la agrede, irremediablemente aleja, sumiéndote en la tristeza, de querer regresar tus pasos, para corregir los errores en el camino incipiente del olvido, terminando por desear, poner distancia entre su complexión, densidad y espesura.
Son muchos los recorridos realizados, los amigos que te han acompañado, los hipócritas que se han retirado, los imprudentes que con sus verdades han lastimado, pero abren el compás de los aciertos por crueles, por fuertes diamantes en bruto que hoy cuentas con tus dedos y sobran varillas en tus manos.
Transcurre la vida, y en un cerrar de ojos, se va quien sembró dolor y abandono, sin darte tiempo de perdonar, también su abrojo. Aprenderás, la lección de una joven que por inexperta discriminaste en su sabiduría, y hoy que ya no está el ausente, quisieras tener delante, para decirle con tu mirada, con tu ternura mezclada de amargura, te quiero, te quise, te recordaré por siempre, perdono tu alejamiento, tu olvido, me libro del rencor, porque con esa maleta no vivo. Abres tus ojos, miras el agua del manantial, como brota cada experiencia vivida, con cada historia, por irrepetible, aprendizaje invaluable.
Entiendes con la distancia, que la vida fluye, sin apuros, sin empujar, sin apresurar, todo lo que tiene que ser será, de otro modo se revertirá. Así vislumbrarás, el pasado se fue, el futuro no existe, lo interesante es ese momento que respiras, el hidrógeno que transpiras, la actitud asumida frente a la existencia misma.