Quise alimentar mi odio apelando al dolor, pero de ello sólo conseguí amarte más; y mis días se turbaron en un sin fin de pesadillas, lastimeras, que sin clemencia golpeaban mi alma y mi corazón, saberte lejos, saberte ida, ignorando mi suplica y descreída de mi amor; como convencerte que te amo, si talvez tú no quieras ser amada. Y yo recorro solitario los andenes de la vida a la busca de un amor que aplaque mi soledad, mi dolor; aquel que quedo encerrado el día que me dijiste “O te vas ó me voy”; bárbaro he irrazonablemente torpe, creí que volverías si yo no me iba, pero no fue así; ya el tiempo tejió telas de arañas en los rincones de mi casa y en mi alma las telas las tejí yo. Pero aún te recuerdo y espero como absorbido por la incredulidad a todo y solo creyente de tú regreso. Sé que volverás, aunque quizás sea a darme un último beso y ese día comprenderás que sólo tú boca probó el sabor de mis labios.