Escarcha en mis maletas

Sabe amargo el aguardiente
en el porche de este bar,
con el cielo abajo
y la tierra arriba,
no nos queda nada.
Ya no sé jugar.
Tengo un par de páginas,
amarillentas,
un lápiz negro,
en el bolsillo
Un par de chaquetas viejas
y un camino con desvíos.
Tengo preparada la maleta
Todo a punto para empezar
con un par de barcos
atracados,
en algún puerto
de alguna cuidad.
Y aunque me duelan
las entrañas
Y los brazos
por no tocarte
me monto en el primer avión
que se me plante.
No puedo quedarme
en este cementerio de historias
En esta fosa,
en este agujero negro,
que son tus promesas.
Síndrome incurable
el de añorar lo que nos queda:
Un gesto, una mirada,
una palabra atrevida
condenada a rescatarme.
Unas migajas de pan duro
en el cajón de la cocina,
una botella de vino,
descorchada,
una canción, un retrato
en el salón,
tu sonrisa tétrica
en esta habitación.
Nos queda ser nosotros
al final de este camino,
o de otro,
sentarte en la chimenea
a supurar tus llagas
con la leña.
O si te pones melancólico
te diréque no nos queda nada:
Ni seré tu abrigo,
ni tu colcha caliente,
ni tu abogado de oficio.
Toca ser valiente
y bailar en las orillas
de los versos quemados.
Yo mientras buscaré
unas islas pedregosas
donde poder naufragar.
Perdóname por estas cicatrices,
por las noches
mal cosidas,
por los rincones
muertos en la cama.
Si te digo adiós
es porque me pierdo
Dime por qué nos alejamos
si tu gota colma el vaso.
"No soy yo, ni tú ni nadie, son los dedos
miserables que le dan cuerda a mi reloj"