Pensativo se le vé en el parque,
leyendo el matutino por la tarde;
el corazón hecho trizas, a flor
de piel la sonrisa, disimulando
las lágrimas entre sus gafas.
Mayte se fué y solo se quedó
José con su orgullo intacto,
el café frío y la cama sin hacer.
Quién ha dicho que un fusil
es sólo un arma para matar,
si un corazón también se puede
destrozar con tan sólo una palabra.
Quién te ha visto y quien te vé,
que no sabes entender que una
bala no puede entrar, donde
penetra una mirada.
Mayte se fué y solo se quedó
José, sin saber muy bien por qué,
cada mañana paga el precio exacto
por aquel sueño del ayer.
Autor : Martin Lunary