Noche fría de otoño llévame en tus entrañas penumbrosas, quiero compartir tus misterios. Miedo no tengo, pues, lo dejé en algún rincón callado. No importa cuan lejos caminemos; de tu nostalgia y mi soledad haremos solo uno. Veremos lo que nadie pudo ver en cada esquina, en cada nuve transitoria o en sl sordo rumor de las baldosas callejeras. El arte será nuestro, el de estar eternos sin que nadie nos perciva, lejos, adonde la imagen de la luz no tenga acceso alguno y solo la voz de una brisa nos haga compañia. Yo sé que puedes. No me defraudes. Si en mi piel te escondes con tus formas, y me deja embrujado el perfume a madreselva dormida. Yo sé que puedes, noche, abordar estos genes de mi cuerpo y sacudir el polvo que lo envueve. Masticaremos juntos mi propia lástima, y luego en una plaza (de lujo una cigarra de por medio), cantaremos a la luna.