Hechos de materia, de polvo de estrellas,
de calcinados restos de asteroides,
de cinéreo elemento,
el tiempo juega con nosotros
tal como con las hojas juega el viento.
Arrastrados como nave sin comando,
como ave errante que cruza el vasto cielo,
como rÃo que corre por extraños cauces
y nunca al amparo de un dulce regazo permanece.
La voz de la mente ardiendo en lo interior:
"miserable quien no viva, quien no ame",
¿acaso no reverdece el bosque en todos lados
al influjo del ánimo estival?
Con la vida en la piel y muerta el alma
transitamos el amplio camino de juventud
anhelando el placer, de la virtud alejados,
de dulce miel y prosperidad halagados.
Y de la altura al ocaso,
un dÃa en la cima y luego el fracaso.
Dulces y velados los dÃas de gloria de la juventud fortuita,
del triunfo coronado.
Más tarde el corazón vedado
atrae la amargura del tiempo ya pasado.
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Hechos de restos de estrellas,
de calcinados y astilados trozos de asteroides,
la eternidad juega con nosotros,
se oscurecen la mente y la conciencia
en un sueño jamás develadio. .
Destinados a un devenir caótico,
 la fugacidad enturbia  los dÃas,
el porvenir es un vago ensueño
que perturba el aire ensombrecido.
Milenios de antiguas vivencias,
inundan el mundo aires de pavorosos pasados,
Los siglos se funden en nostalgiosos recuerdos.
Y el péndulo incesante de la vida y de la muerte,
de lo extraño y lo sublime,
del misterio eterno...
Imposible descifrar la vida.
Los, siglos por venir nos están vedados.
Existe este momento que alucinados transitamos,
Y lo que llamamos futuro,
una incógnita remota que será de otros el pasado.
Nadia Estelaniz (Nidia Estela Nicolini) Rosario, Argentina