DE surcos e interiores.

Me volví el agudo mercenario
de tantas batallas mal perdidas
de cada una de ellas el muestrario
con la sangre al puño y el fusil sin vida.
Instalé barricadas en el alma
a modo de armadura sostenida
por enjambres de aceros que la calma
le daban ese toque de alguna melancolía.
Usurpé el ocaso y por momentos
me bebí el alcohol de los ángeles dormidos
callando historias que la mente al viento
gritaba en los puntos cardinales mal habidos.
Allané señuelos en bombas incendiarias
que al cuerpo mi piel aún tenue sostenía,
me llené de dolores en las selvas milenarias
donde el rugir de esquirlas, vivo me mantenía.
Dominé los muros de las cárceles asesinas
cual león herido su familia defendía
traté de congeniar a la Biblia sin espinas
en los laureles negros de algún falso mesías.
Me uní al diablo cuando el diablo era paciente
del doctor de las picanas que aturdían
y en cierta forma pasearon por mi mente
los déspostas abstractos de aquella dinastía.
Y a decir verdad con el rito clandestino
del bohemio fiel a su lealtad bien adquirida
transformé el pasado en presentes concubinos
en rimas incesantes que hoy hablan de mi vida.