Bebiéndome el vacío que me llena y llena a otros

Desgárrame la piel

que recubre mi abdomen:

hazlo hasta que te bebas

el vacío que me llena.

Asfíxiame con tu desventurado descaro, 

la alegría no me sabe bien:

quiero rebosarme como el agua

que yace en los tejados de mi casa;

será el viento o el sol quien me haga

arder o correr.

Esta rutina ya tiene nombre y lugar:

será el epitafio que firme mi olvidada tumba.

Lléname la boca con la tuya: la lluvia

que se condensa con esta ciudad

amenaza con borrar los recuerdos

de los amores menguados por el orgullo. 

Engúlleme de tu vanidad:

el deseo es nuestra

débil confesión al hambre.

Háblale y si es necesario grítale

al vacío que transita nuestras conversaciones.

Empújame de esta terrible

placidez que me hace yacer

días en la cama:

la depresión se cuenta

con los días que se come

ese voraz calendario

que nos cuelga del cuerpo .

Yazco como el anciano

que divaga en puteaderos, 

triste hasta entre las sombras: 

el tiempo y las memorias

le recorren las arrugas,

sabe esperar y que lo único

que le espera es la muerte.

Auxíliame de este pavor

que me camina con el pensamiento:

el miedo es pan de cada día

y no tengo plato en cual devorarle;

me sonríe y alega que soy su comensal.

Llega febrero con su angustia 

y lo único que espero es que alguien 

me cuente algo: tu voz tarda mucho

y el aburrimiento me hace desespero…

No tolero más este juego

en el que le grito a la vida 

y se me responde con un sórdido silencio.

Juan Pedro Pablo

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