El Amor de Safo

El Amor de Safo
Soñaba un día Safo en camino a Eolia
bañada en el oro de una ilusión perdida
Imprecisa como era…así a Ella amaba
Nacía la flor del amor brotando en llama.
Encontró todas las facciones reunidas
en la morbosidad de pintarse parecidas.
Torturó su ser hundiéndose en la gruta
como una Diosa que partida se diluía.
Viajando en los senderos de lo onírico
aparecía el lucero que le traía el deseo
en el desvelo de las noches sin sueño
danzándole en el cuerpo un cabritéo.
Salvaje, fiero le brincaron de una ánfora
las bellas flores que la fueron asaltando
hasta aparecer ellas al fondo de la cueva
asomando besos vehementes y húmedos.
Atravesándole como lágrimas de la luna
ocultas cuando le cae la alegre mañana
y las veredas rojas de sus cuerpos tiranas
eran cuatro montañas que semejaban
palomas, que blancas y puras palpitaban
con sus picos erectos en las lenguas del
silencio.
Las hermanas bailaban una partida
de caricias y besos en nube de sueños
con aroma a leche, mieles y almendros
encendidos en gritos de placer y amor
¡Ay Como te quiero!
Los murmullos de locas voces se alzaron
donde los cuerpos se alcanzaron en gloria.
sin ningún otro poder que no fuera la piel
ardiente de Safo en las incendiadas playas
de océanos azules y de pérfida espuma.
Y no osaron separarse las trémulas figuras.
La Rosa de Pieira en celo no calmo la sed
de sus poros…ellos no la disfrutaron a ella
y Safo con gritos desgarrados en instantes
de azul entrega vertía cien hilos enojados
en ríos eternos... Agua de odio que fluía sola
y ácida por sus blancas montañas de mármol.
Apareciendo Atthi en aleteo de mariposas
en un arriba, abajo con un vibrar gimiendo
descargando el río hablador de la mujer
liberándola del amor con la locura salvaje
alucinaba ver a Safo en su surco de fuego.
Cabalgando sus figuras en medio de gritos
mientras las lámparas del vicio develaban
el muy profundo anhelo de las dos diosas.
Los verdes diamantes de dulce mirar ardían
mientras contemplaban sus dulces montes
y a la giralda riendo en el espacio de amor
sobre orillas de rosas se vertía en la piel
del espigado cántaro de arcilla ardiente
arrojando perfume de miel y almendro sobre
sus limpios matorrales de rubios trigales.
En el bosque del silencio de la nena perdida
se culminaba el ensueño en un ágil grito.
¡Ay! te quiero y se les apagaron los sonidos,
a ambas en las luces y gritos de los fuegos
acariciándose con muy femeninas ternuras
en los humos dorados de las costas solitarias
huyeron… ¡Adiós amor! …¡Te quiero!
JEM WONG
02.03.05