La lúgubre tonalidad de tu despedida

Aunque fría, la mañana de tu despedida, fue soleada.
La caja de pulida madera, donde tus recuerdos reposan,
parecía flotar en atmósfera sosegada, que se cernía,
en el desgarrador talud de mis tristezas y melancolías.
Cada recuerdo, se encuentra en nostalgia abrumadora, prisionero,
En un recinto de altas e impenetrables paredes de frío hierro,
pintadas de un blanco nácar que ilumina la oscuridad de mis sueños,
que por no llegar al techo, dejan secretos ventanales abiertos,
donde se refugian los más profundos, huecos y estruendosos silencios.
Sigilosamente, escapas de esa enigmática antesala colmada,
llena de recuerdos, sin que la evocación, se sienta apretujada.
Afuera, uno que otro suspiros del alma y comentarios escapan,
descifrando este amor, en voz baja, poesías cantadas exclaman.
Dentro, se escucha un vaporoso conjunto de curiosos poemas,
que en auténtico tropel de acongojados sentimientos recordaban,
algunos de estos por desbocados, imprudentes, atentos llegaban,
de los diligentes carceleros de mi memoria, se escapaban.
De mis labios, huyeron en susurros, tristes palabras al viento,
algunas frases de simpatía e inusual dulzura de tus recuerdos;
inaudibles por los resquicios de las paredes revolotean,
aventurando con timidez a buscarte hacia el interior de mi alma.
La interrupción de una bandada de torditos se dedicó a cantar,
Las más vital y enérgica melodía de la naturaleza.
Colándose tu despedida, entre su maraña jovial cantarina,
desmentida por esa lúgubre tonalidad de su plumaje.
El taciturno, sobrio y solitario aire que respiraba ahora,
con dificultad, demostró los embates de esta lúgubre nostalgia,
Incrustada y enquistada en la expresión triste, azorada y perpleja,
de un alma inquieta, melancólica, huérfana de tu amor, a deshora.
Y en un rincón vencido de mi corazón, encogida y muy bien puesta,
La dicha de amarte cual quimera densa, atascada en mi conciencia,
juega a la desdicha de perderte, sin la liturgia de una caricia,
o de un beso envenenado, por la más sarcástica despedida.
Por eso en la lúgubre tonalidad de tu despedida, me escondo,
encogida en esta abstemia de un te quiero, haciendo un profundo duelo,
sin brindar por la memoria de un amor, que amargamente se ha muerto,
para sorpresa y hastío, un cuarto de siglo enterrado en el vacío.