¿Me olvidarás algún día?
¿Te alejarás tu de mi?
Preguntaba, desconfiada,
ingenuamente enamorada,
aquella noche tan bella
en que una lejana estrella
cintilaba, solitaria.
Y él, al escuchar la pregunta,
contestó con voz muy queda,
(casi como una plegaria):
¿Olvidarte a ti? ¿Alejarme
de tu lado? ¡Nunca!, ¡nunca!
En una sola silueta
unidos los dos amantes,
los sorprendió la alborada
con su aurora matizada
de mortecinos colores,
entrelazados como antes,
al principio de la noche.
Y, al recortar los fulgores
del nuevo día aquellas sombras,
se apartaron lentamente,
bajo un velo de tristeza
y él tomó por el camino,
volviendo a ella su cabeza,
y se alejó hacia su destino.
Hoy, los años han pasado
y un corazón anegado
en llanto y pena, aún lo espera;
se fue ya su primavera
y no volvió su ser amado.
En el balcón, por las noches,
levanta al cielo la mirada
y pregunta, desconsolada,
a la misma blanca estrella:
¿Volverá esta madrugada?
¿Cuándo estará aquí, a mi lado?
¿Cuándo veré compensados
mi esperar y mi agonía?
La mira la luna, roja
de pena y la escucha el viento,
en su total desamparo
la estrella, con sentimiento,
al escuchar su pregunta,
en un prolongado lamento
le contesta: ¡Nunca!, ¡nunca!-