Los vi caminar un día
en un sendero de cenizas,
moviendo su hermosa cola
con ojitos de alegría.
Que estaban solos, es cierto
sus amos, se fueron lejos,
escapando de la furia
del volcán y sus desechos.
Sus corazones inquietos
no entienden de estas penurias,
solo buscan el amor,
la comida y las caricias.
Pero hoy Dios los recuerda,
y mueve almas generosas
ellos también deben partir,
en busca de sus amores,
de sus amos protectores.
En el recuento de almas, del Señor
no existe el cero,
no podían quedar allí, a su suerte,
esos nobles compañeros.