Es tarde para abrir los ojos. Tarde como si fuera ayer, tarde para venir, para esperar un mañana. Es como mirar atrás y ver sólo un espejo que muestra el rostro de los años perdidos, un espejo de olores, de amarguras y hasta de amores.
Ya es tarde para negar respuestas, es tarde para evadirlas, es tarde... para cobardías.
Entregar es más difícil que dejar de hacerlo porque hay más riesgo aunque de todos modos siempre va de la mano del arrepentimiento. Da igual. No hay vencedores porque ya es tarde, y el tiempo es vital; a no ser que sea esa clase de tiempo que se pierde sin saber, sin querer.
Como la muerte, que no avisa y que llega cuando menos se espera; como el agua fría, como el escalofrío... casi como un virus... así fueron las cincuenta y dos palabras que se contagiaron de cobardía y llegaron en un discurso casi otoñal, para el que también es demasiado tarde.
Pero qué más da.