No sabía cómo actuar
ante el amor de un mortal,
no le amaron,
ni mostraron
cómo era transformar
el sentimiento intangible
en un amor material.
Anhelaba los abrazos,
las caricias
y el amor
que sus padres
no le dieron
y la vida
le negó.
Pero entonces
cierto día,
algo extraño
le ocurrió.
Sin aviso,
sin premura,
el amor le sorprendió.
Era un alma blanca
y pura,
luminosa como el sol
y pensaba
en referentes
que le hicieran
comprender
la magnitud sorprendente
de un sentimiento latente,
que creyó de su mente
procedente.
No encontró,
buscó y buscó.
Miraba continuamente
siempre a su alrededor,
creyendo seguramente
conocida esa sensación.
Nadie le había amado,
y tampoco había dado amor.
Fue cuando se dió cuenta
que responder no podía
a aquel amor consecuente
que la vida le ofrecía.
Sintió un tremendo pavor
y corriendo se alejó,
sin ninguna explicación.
No tenía referentes,
no sabía cómo amar
y no quería dañar
aquél amor insurgente.
Pasó el tiempo,
otros amores llegaron
y el cuadro repitió...
hasta ahora que llegó
otro ser muy diferente,
lo quiero como referente...
cuésteme lo que me cueste.