El vacío se quiebra,
la muerte es insondable.
Llama, como siempre, y los demonios
por debajo producen fiestas.
Los Arcángeles luchan,
manos y sables a diestra y siniestra.
La tierra va quemándose.
Aunque no tenga un giro,
ni una puesta,
la noche cae macabra.
Mi amor, el toque de queda, entre vivos
es el auge encarnado que nos debemos.
Es que, a pesar de todo, pienso,
y son las horas a tu lado,
la tecla que invoca tu nombre,
letras que reclaman este cuando.
Sí, sos vos mi amor,
y tu sonrisa,
que enseña a desprender lo obscuro
entre el guetto del clandestino.
Desde esta selva hago silencios,
el fin es hacerte el amor
como nunca antes sintió el Adamá.
Nahuel Banuera