Añorado reencuentro

Dos gotas de rocío,
como el ágata de nuestra tierra
llegaron un día de abril,
con un bagaje de ensueños...
Su presencia fue luz y vibrar de emociones...
Esos húmedos ojos con chispitas de amor,
se unieron anhelantes a los nuestros,
cubiertos de miles de rayos de luz interior...
Amor de nuestras vidas, tantas veces soñados...
Tenerlos, abrazarlos,
expresar sentimientos largamente contenidos
fue la gracia que nos dio la vida:
bellos, hermosos e inquietantes adorados, seres de nuestra sangre,
palpitar de sosiego,
aroma inconfundible de presencia inmemorable...
¡Qué goce tenerlos en brazos
y mitigar las ansias tanto tiempo sentidas!
En el palpitar latente de nuestras vidas,
en el vibrar de nuestros corazones...
el aleteo enloquecido de los pechos ansiosos
fue nuestro sentir.
Disfrutar su presencia
un elixir de mieles y rosas...
¡Cuán intensamente vivimos
los momentos con vuestra cercanía!
Mas, ahora, otra vez en la lejanía...
Pero nuestras mentes y corazones
quedaron entrelazados
por la voz de la sangre
que palpita incesante recorriendo espacios,
para llegar hasta ellos.
Seguimos juntos a pesar de la distancia,
pero nos sentimos cerca porque la brecha indisoluble anida nuestro sentir...
Como el ave que cobija a sus polluelos,
la estrella que nos ilumina desde el firmamento,
el rumor del viento que mece las ramas
o la luz del sol que entibia nuestros corazones.
Es nuestro sentimiento profundo
sobrinos amados. Mecha Foderé