Carta a una gran tutora y misionera

Querida hermana Judith:
Esta mañana,mientras tomaba mi café,he puesto el televisor;siguen llegando noticias de Haití.Me he sentido mal tomando mi desayuno calentito mientras veo horrorizada las imágenes de gente golpeándose entre sí para conseguir comida,de gente casi desnuda corriendo de un lado para otro sin dirección,asustada y sin rumbo,gente abrazando a sus familiares muertos o malheridos;¡Dios mío!,es un dolor que te taladra hasta el alma.
En un momemto de flaqueza he cambiado de canal,pero mi conciencia me ha puesto lucidez en forma de recuerdos,me ha traído a la cabeza unas sabias palabras:"Las personas tendemos a mirar hacia otro lado cuando la vida nos pone delante algo que no nos gusta,tú nunca hagas eso,aprende a afrontarlo para remediar lo que esté a tu alcance".
Es cierto,tendemos a ignorar todo lo que nos causa dolor,preferimos mirar para otro lado,¿por qué no?,a nuestro ombligo.De todos los seres vivos que habitan el planeta los seres humanos debemos ser los que tenemos el ombligo más grande;de hecho algunos creemos que somos el ombligo del mundo.
Gracias madre misionera por enseñarme a estar por encima de mi comodidad,de enseñarme un orden de prioridades en mi vida;gracias por no cansarse de repetir esa dichosa serenata que eran para mí, entónces,sus palabras; porque,gracias a usted,he vuelto a poner el canal de noticias y he grabado en mis retinas el horror de unas personas que han tenido la mala suerte de nacer o vivir en un país azotado por los desastres naturales,uno de los destinos turísticos preferidos por la gente pudiente para dejarse su dinero mientras muchos autóctonos mueren a manos de la pobreza como consecuencia de un gobierno ineficaz;
pero también he podido palpar la solidaridad de las personas que decidieron no mirar para otro lado y están allí dejándose la piel para salvar la de otras.
Gracias nuevamente porque ahora se me ocurren mil maneras de ayudar desde cada rincón del mundo,empezando por mi hogar.