No me pidas que te llore, porque no lo querías,
ni siquiera esa lágrima que se pierde en descanso,
lugares de metáforas silentes y todavía
las cenizas esparcidas en cada desencanto.
Cuidaré de los tuyos, porque son como los míos,
tan hermanos de sangre como hasta ayer lo eras,
prendido de mi esfuerzo y yo de tus latidos
presentes hoy en mí, calientes de quimeras.
Veré que hacer con tus cosas y si es necesario
las guardaré en mis rincones ocultos de memoria,
donde nadie penetra, no siquiera el mercenario
olor de tus fusiles que han hecpo a historia.
Ey! hermano, tienes mi derecha para tu regreso
al hostal celeste de los paisanos durmientes
donde estan los nuestros rodeando embelesos
cada vez que los nombro y sé que no me mienten.