EL ÚLTIMO VERSO.

Ayer supe por boca de otra, que irás frente al altar,
mi corazón se partió y tú sólo sabes que no miento
testigo es el Omnipotente que no te dejaré de amar
ese mismo Dios, que impondrá tu séptimo sacramento.
Seguro irás vestida de blanco con una corona en tu cabeza
y tu rostro estará cubierto por el velo de mil espigas.
Al entrar en el templo todos te verán y deberás tener la fortaleza
de saber que en el altar te espera tu gran mentira.
Al marchar por el pasillo escucharás un Avemaría
todos pensarán que el cantante da su mejor faena;
pero sólo tu sabrás al mirar la Cruz Arriba
que un corazón está cantando la elegía de una pena.
Se que a él le dirás Sí, de tus labios para afuera
y a mí me dirás adiós, de tu alma para adentro,
al pronunciar esa palabra, él habrá ganado su Reina
y yo habré perdido a la Princesa de mi Cuento.
En esa hora menguada la luna brillará a lo lejos,
yo necesitaré de tus manos, esas que ayer me amaron,
no sé si dolerá más vivir eternamente con tu reflejo,
o saber que todos comentarán que los novios se escaparon.
Elevaré a los cielos mi oración para dejar de pensarte,
lo haré día a día y en todas mis horas,
sólo tu corazón sabrá que jamás dejarás de amarme,
aunque a los ojos del mundo seas la fiel Señora.
De mí sabrás algún día, porque seguiré escribiendo versos
a pesar de haber perdido mi musa y la modelo de mis lienzos
de ti sabré siempre, porque navegarás en mis recuerdos
o porque alguna flor de entonces me hable de ti en silencio.
No me queda más que desearte felicidad, bienestar y suerte
y nunca sabrás que al marcharte habrás abierto una herida
y aunque siga respirando, en mi vida sólo habrá muerte
porque ese amor de leyenda se esconderá el resto de mis días.
Adiós amada mía, estarás eternamente en mis oraciones
jamás te podré olvidar y eso puedes darlo por cierto,
tan cierto como llorarán en silencio nuestros corazones
y tan cierto como te perderé al tú leer éste, mi último verso.