ESTRECHO

Patético el aire que respiro
viendo al frente África,
desde mi azotea suspiro
y cae desplomada mi alma.
Impotente ante la injusticia,
ante la fragilidad humana.
Es sólo un corte perfecto,
un pequeño brazo de agua,
el que separa dos mundos inútiles;
la opulencia de la falta,
lo soñado y conseguido
de la noche estrellada, en calma.
Miles de aves cruzan
a pesar de las blancas aspas
sin que nadie cierre su camino
ni les corten sus cansadas alas.
La sombra alada de la muerte
ciñó el flujo del Estrecho,
separó el Norte del Sur,
hundió en el Océano los Derechos.
Olas de espuma blanca,
cómplices asesinas, depositan
en las doradas playas
los cuerpos inertes...
sin vida...
Mientras, en la otra orilla,
miles de madres, esposas, mujeres
esperan con sus manos encallecidas
el regreso del inocente.
La sombra alada de la muerte
hundió sus ilusiones en el Estrecho,
naufragaron las ideas establecidas,
arrastró la vida mar a dentro.
Un cadáver flota a la deriva
arrastrado por las corrientes.
Un grupo de gaviotas , ateridas,
Celebran, sin saberlo el duelo de la muerte.
Desde mi azotea suspiro
y mis brazos no hacen nada.
Me siento cobarde y me resigno
viendo pasar las pateras
llenas de ilusiones gastadas.
El Estrecho, hermoso en otros tiempos,
enorme, colosal, eterno..
hoy lo veo gris, tenebroso,
de luto riguroso, cómplice
asesino del mundo opulento